Soy el Canis lupus, lobo lobo, sentado en esta cornisa caliza donde ayer había un lagarto
en un punto indefinido entre la piedra y la hierba, he terminado en mí y no estoy.
Yo era un ser grande con todos sus dientes, su marca de saludo de paz en la frente.
Aullaba “Luna salvaje, beber agua.” “El rebaño es oloroso.” “Cae una estrella.”
Hubo que pasar por el principio y por el fin del sol para que hubiera algo,
y los lobos equilibramos el mundo y así fue en la historia de los lobos y del sol.
Sólo el flequillo del trigo marcaba el límite que no se podía traspasar.
Pero ayer vi correr ante mí a un animal con dos piernas.
Yo perseguía los extremos de un aroma y el animal se puso a mi lado,
dio saltos de puntillas a la misma velocidad que yo.
Con rotunda totalidad, excepcional elegancia y equilibrio.
¿Cómo pudo correr así, sobre dos pies?
No tenía pelaje, sólo cabellos enhebrados en cintas florales.
Y los cabellos se levantaban con el viento.
Al topillo le mueve el gato montés, a la lombriz le mueve el topillo,
al tejón le mueve el halcón peregrino, a la liebre le mueve el águila,
a la cabra le mueve el romero, a la culebra le mueve el aguilucho,
al caballo salvaje le mueve su sombra, a la abeja la mueve el trigo sarraceno,
al reflejo de la luna sobre el agua le mueve el viento, al faisán le muevo yo, pero
¿quién mueve a esa criatura de dos pies? ¿Quién le pisa los talones?
Entre el mundo que come y el que se deja comer siempre ha habido una persecución.
Todo persigue o escapa, todo es exacto y la combinatoria del nacer tiene su sentido:
colmillos cada vez más afilados y exaltación de la fuerza.
Jadeo. Tengo un agujero dentro del pecho.
La criatura y yo hemos nacido a la misma hora del día bajo la misma Era de Sol,
olfateamos la misma materia a nuestro alrededor, somos contemporáneos.
¿Por qué sus extremidades han crecido en otra dirección?
¿Cuál es su círculo de dominio, de qué amenazas huye?
¿En lo alto de qué cima duerme? ¿Tiene apetencia por las las liebres o por los conejos?
Su imposibilidad como criatura tiene sentido para mí.
Ahora ella seguirá bordando de oro su silueta y estará intacta lejos de mi alcance.
Desde hoy soy un esclavo: sólo me dejaré ordenar por una hormiga a quien obedeceré.
Soy un viejo cazador en las praderas del llanto.
Una lágrima me permite enfocar la visión y ver con claridad ese detalle:
cada estrella del cielo es como una punta de alfiler.
Tengo mucho frío y mucho deseo.
Tengo miedo de todas las cabezas que degollé y que hice desaparecer.
Nadie me explicó que el amor profundo revelaría el arrepentimiento.
Que me haría desear tener cualquier boca menos la boca del lobo.
Siento mi cabeza flotando en suaves zarpazos, y doy mordiscos al aire.
A mi alrededor dan palmas una tribu de ratones.
Dentro de ningún amor estaré pronto.
No sobreviviré al principio, al medio y al final
del tiempo de los lobos.

La perla de la poesía, 2017.

grey and white wolf selective focus photography
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