NO NOS INTERESAN LAS BOCAS HUNDIDAS de las dunas, el plato vacío de la arena, las banderitas de tres dedos de pájaros en la arena húmeda. Nos interesa si las olas están creando cilindros de vidrio con lengua de espuma que romperán en llamas azuladas braceando sobre la película de agua.
Nos interesa si las crestas de las olas se abren en forma de onda, en forma de sierra, en forma de polvo o en forma de esfera.
Bajamos corriendo a la playa y en vez de piernas tenemos dos ruedas cuyos radios son los ejes de la estrella de mar.
Al correr sobre la arena seca parecemos marineros ebrios pero nuestro pensamiento corre en línea recta hacia el punto exacto del agua donde está naciendo una ola.
¿Quién más se alegra con nuestra alegría? Nadie.
Dios estará muy solo en su sabiduría allá adentro, contando conchas.
De la sábana de la marea se desprende una bruma luminosa de arena pulverizada. También las montañas tienen esa bruma y el sol y las nubes y nuestra silueta se une al halo relumbrante de plata de cielo.
Nos desvestimos de la túnica negra y nos ceñimos un traje de piel de delfín hasta los tobillos. Con el dedo índice nos dibujamos unas a las otras la línea lateral con la que los peces leen en el agua.
Nuestra cinturilla es tan fina como la pata de la garza de un solo ojo, la que desde la marisma nos vio llegar y contó a todos que nos habíamos metido en el agua sin permiso.
La resaca empuja hacia dentro a las olas desplomadas y levanta la orilla formando un cordón rizado de barro que explota en las rodillas y nos salpica los ojos y la cara.
¿Se puede repetir la palabra sol más veces? Sólo si va acompañada de la palabra rayo.
Ya no podemos avanzar más sobre las piernas.
Damos un último paso sobre el fondo y nos impulsamos para volar sobre la tabla.

Surfing Ecstasy, Éxtasis Superficieando, 2016.

balancing rock formation
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