La boca de la ola se abre para engullirnos como si persiguiera una cuchara que le alejan de los labios.

De su garganta pende una campanilla con forma de gota de agua, la tocamos y bajamos por su tráquea para ver dónde están los pulmones del mar.

¿Qué puede haber mejor que esta sustancia mezclada y principal de sal y luces?

La punta de la ola va hacia delante y la base corre hacia atrás y así nos acercamos también a las personas que no hacen surf.

Ser atraídas y repulsadas es tensión agotadora porque queremos amar pero queremos huir.

El labio adelanta a la base de la ola y la cresta se suspende durante un instante sin columna de agua sobre la que sostenerse.

Así se abre un hueco cóncavo en todo el brazo, un tubo de agua que cae con el movimiento de un rizo.

Es la escritura del mar y podemos leer sus letras en nuestras mejillas encendidas.

Hacemos todo menos lo que se supone que debiéramos hacer y así vamos tejiendo una cadena de sucesos que no son ni los esperados ni sus contrarios ni sus complementarios sino lo que decide la purísima suerte.

Así vivimos en constante novedad y en constante estreno del mundo.

Hay un deseo inagotable de recambio y por ningún lugar nos aparece la culpa.

 

De Surfing Ecstasy, Ediciones Leteo, 2016

focus photography of sea waves
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