Querían hacernos trenzar espigas, engarzar guisantes y tejer diademas de ajos.
Pero nosotras queríamos trenzar rayos de sol, engarzar perlas y tejer diademas de estrellas.
Nos habían vestido de luto y nos habían hecho tallar en escayola nuestra propia escultura para colocar en un cementerio húmedo y verdoso con un epitafio que no ocupara muchas letras.
Pero el mar había salpicado nuestros sueños y un ángel con pecho de mujer bajó y nos besó en los labios y tuvimos la certeza de que íbamos a volar sobre las olas.
Nos dio forma de cangrejo y así corriendo de lado y sobre diminutas patitas cruzamos los bosques y las carreteras y llegamos al mar.
Cuando metimos la punta de nuestros dedos en el agua la ola levantó su comba y se puso a batir la cuerda y a saltar.
El sol tomó forma de pez de escamas doradas, después tomó forma de rosa, forma de peonza, forma de cabellera rubia, forma de pabellón de oreja y después forma de piña que abrió su corteza y dejó caer un líquido dorado sobre el mundo.
Con el pincel mojado de nuestro cuerpo vamos a escribir en la pared de la ola la ecuación: la melancolía produce cansancio y frío, y el surf produce emoción y frío.
¿Cuál de estas dos fórmulas deberíamos elegir?
De Surfing Ecstasy, Ediciones Leteo, 2016
