Surfing Ecstasy, Éxtasis superficieando

Querían hacernos trenzar espigas, engarzar guisantes y tejer diademas de ajos.

Pero nosotras queríamos trenzar rayos de sol, engarzar perlas y tejer diademas de estrellas.

Nos habían vestido de luto y nos habían hecho tallar en escayola nuestra propia escultura para colocar en un cementerio húmedo y verdoso con un epitafio que no ocupara muchas letras.

Pero el mar había salpicado nuestros sueños y un ángel con pecho de mujer bajó y nos besó en los labios y tuvimos la certeza de que íbamos a volar sobre las olas.

Nos dio forma de cangrejo y así corriendo de lado y sobre diminutas patitas cruzamos los bosques y las carreteras y llegamos al mar.

Cuando metimos la punta de nuestros dedos en el agua la ola levantó su comba y se puso a batir la cuerda y a saltar.

El sol tomó forma de pez de escamas doradas, después tomó forma de rosa, forma de peonza, forma de cabellera rubia, forma de pabellón de oreja y después forma de piña que abrió su corteza y dejó caer un líquido dorado sobre el mundo.

Con el pincel mojado de nuestro cuerpo vamos a escribir en la pared de la ola la ecuación: la melancolía produce cansancio y frío, y el surf produce emoción y frío.

¿Cuál de estas dos fórmulas deberíamos elegir?

 

De Surfing Ecstasy, Ediciones Leteo, 2016

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Métodos de captura de palabras

Métodos de captura de palabras

Los golpes maestros esculpen bien muchas palabras.

Pues algunas palabras troncas necesitan de una maza y un cincel.

Sobre la piedra bruta del concepto más rocoso, más granítico,

se talla el significado de faraón, cúpula y posesión.

Otras palabras tienen átomos cristalinos ordenados, etéreos.

No se puede atacar su núcleo, sólo mirarlo a su través.

Estrella se perfila gracias a “cielo, brillar, oscuridad”

o a través de “hidrógeno, helio, combustión total”.

Su trascendencia se consigue a base de pulir los laterales

hasta que obtienes un prisma geométrico, y ¡voi-lá!

Una palabra transparente, que descompone la luz del sol.

Inocencia, pureza, frío. Cada rasgo semántico es una cara

de un diamante facetado, de sesenta y cuatro lados.

Otras palabras tienen algo de hermético, de cofre, de mejillón-cebra.

Significan más cerradas que abiertas, por lo palpitante del misterio.

Serpiente, susurro, tesoro. Para definirlas, lo mejor es esconderlas bajo llave.

Las palabras piedra son extenuantes por su tozudez: Imposible, Jamás, Escrúpulo.

Su negación no se puede interrogar, y si continúas limando en superficie

llega un momento en que sólo obtienes polvo. Conviene dejarlas en el río

a merced de la corriente, pues han nacido para rodar y entrechocar,

para cubrir de sólido empedrado la Ruta de la Historia.

Las palabras-té son ceremoniales, destilan su aroma en agua hirviendo:

Verdad, destino, héroe son pétalos en la tetera caliente del sol.

Las palabras espada son biplanas, su significado se consigue

a base de martillazos sobre el yunque: mentira, ángel, responde. Eso sí,

necesitas llevarlas primero al rojo vivo, y su filo cortará otras espadas.

Otras, más arrugadas, como sentencia, idealismo necesitan de un buen planchado

y se conservan como flores, aplastadas en un libro.

Pero hay algunas palabras que se nos escapan de las manos.

Son las palabras que deslizan, Amor, Imperdonable.

¿Qué es una palabra cuyo-significado-se-me-escurre?

Un jabón mojado, que corre entre las manos del poema.

 

De Poemas para mi hermano Álvaro, Ediciones El que No Duerme, 2018.

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Satisfacción por panzada

Satisfacción por panzada

Con un salto se pasa de la orilla de escribir a la orilla de escribir.

Entre los márgenes existe un río intermedio en el que no se escribe

porque es más entretenido pescar salmones suculentos con las zarpas.

Cuando espero para cazar salmones que remontan la corriente no escribo,

me concentro con el estómago, un frío fundamental limpia el centro de mi mente

no hay distancia entre lo que se piensa, lo que se sabe y lo que se hace

el corazón y las zarpadas son uno, no hay retraso entre el deseo y la acción.

Atrapado el primer salmón, veo todo lo que he logrado para llegar hasta aquí:

He conquistado la cima de las catorce más altas cumbres.

He hecho más de mil croquetas.

He medido los nueve vientos, elaborado un queso más azul que el queso azul.

He hablado seis mil horas por teléfono.

He estudiado medicina y me he especializado en el apéndice.

He probado el té de raicillas de la flor Edelweiss.

He regentado una cantina de marineros sicilianos.

He recorrido Canadá y he llegado a las fuentes del Skeena.

Y ahora estoy aquí, tirada panza arriba, después de darme un atracón de salmones.

Mi barriga no me deja ver los pies pero sí las estrellas.

En esas estrellas se ha escrito, trazando líneas entre puntos, el libro de tantas proezas.

Ha quedado registro de por qué hago lo que hago y no hago lo que no quiero hacer.

Derrotada y cansada del día, me he tumbado a leer ese libro.

En la última página del techo celeste pone, en letras grandes,

hoy he cazado veintidós salmones, y mañana, si no me equivoco

cazaré más salmones, y pasado mañana, casi con total seguridad,

cazaré más salmones, y el día que le sigue, es muy fácil suponer,

que cazaré más y más salmones porque nada más que el salmón

saltando vivo en la corriente

mueve ahora mi voluntad y me da satisfacción.

 

De Poemas para mi Hermano Álvaro, Ediciones El que No Duerme, 2018.

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Fragmento de Surfing Ecstasy

NO NOS INTERESAN LAS BOCAS HUNDIDAS de las dunas, el plato vacío de la arena, las banderitas de tres dedos de pájaros en la arena húmeda. Nos interesa si las olas están creando cilindros de vidrio con lengua de espuma que romperán en llamas azuladas braceando sobre la película de agua.
Nos interesa si las crestas de las olas se abren en forma de onda, en forma de sierra, en forma de polvo o en forma de esfera.
Bajamos corriendo a la playa y en vez de piernas tenemos dos ruedas cuyos radios son los ejes de la estrella de mar.
Al correr sobre la arena seca parecemos marineros ebrios pero nuestro pensamiento corre en línea recta hacia el punto exacto del agua donde está naciendo una ola.
¿Quién más se alegra con nuestra alegría? Nadie.
Dios estará muy solo en su sabiduría allá adentro, contando conchas.
De la sábana de la marea se desprende una bruma luminosa de arena pulverizada. También las montañas tienen esa bruma y el sol y las nubes y nuestra silueta se une al halo relumbrante de plata de cielo.
Nos desvestimos de la túnica negra y nos ceñimos un traje de piel de delfín hasta los tobillos. Con el dedo índice nos dibujamos unas a las otras la línea lateral con la que los peces leen en el agua.
Nuestra cinturilla es tan fina como la pata de la garza de un solo ojo, la que desde la marisma nos vio llegar y contó a todos que nos habíamos metido en el agua sin permiso.
La resaca empuja hacia dentro a las olas desplomadas y levanta la orilla formando un cordón rizado de barro que explota en las rodillas y nos salpica los ojos y la cara.
¿Se puede repetir la palabra sol más veces? Sólo si va acompañada de la palabra rayo.
Ya no podemos avanzar más sobre las piernas.
Damos un último paso sobre el fondo y nos impulsamos para volar sobre la tabla.

Surfing Ecstasy, Éxtasis Superficieando, 2016.

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No es malo enamorarse del ser equivocado

Soy el Canis lupus, lobo lobo, sentado en esta cornisa caliza donde ayer había un lagarto
en un punto indefinido entre la piedra y la hierba, he terminado en mí y no estoy.
Yo era un ser grande con todos sus dientes, su marca de saludo de paz en la frente.
Aullaba “Luna salvaje, beber agua.” “El rebaño es oloroso.” “Cae una estrella.”
Hubo que pasar por el principio y por el fin del sol para que hubiera algo,
y los lobos equilibramos el mundo y así fue en la historia de los lobos y del sol.
Sólo el flequillo del trigo marcaba el límite que no se podía traspasar.
Pero ayer vi correr ante mí a un animal con dos piernas.
Yo perseguía los extremos de un aroma y el animal se puso a mi lado,
dio saltos de puntillas a la misma velocidad que yo.
Con rotunda totalidad, excepcional elegancia y equilibrio.
¿Cómo pudo correr así, sobre dos pies?
No tenía pelaje, sólo cabellos enhebrados en cintas florales.
Y los cabellos se levantaban con el viento.
Al topillo le mueve el gato montés, a la lombriz le mueve el topillo,
al tejón le mueve el halcón peregrino, a la liebre le mueve el águila,
a la cabra le mueve el romero, a la culebra le mueve el aguilucho,
al caballo salvaje le mueve su sombra, a la abeja la mueve el trigo sarraceno,
al reflejo de la luna sobre el agua le mueve el viento, al faisán le muevo yo, pero
¿quién mueve a esa criatura de dos pies? ¿Quién le pisa los talones?
Entre el mundo que come y el que se deja comer siempre ha habido una persecución.
Todo persigue o escapa, todo es exacto y la combinatoria del nacer tiene su sentido:
colmillos cada vez más afilados y exaltación de la fuerza.
Jadeo. Tengo un agujero dentro del pecho.
La criatura y yo hemos nacido a la misma hora del día bajo la misma Era de Sol,
olfateamos la misma materia a nuestro alrededor, somos contemporáneos.
¿Por qué sus extremidades han crecido en otra dirección?
¿Cuál es su círculo de dominio, de qué amenazas huye?
¿En lo alto de qué cima duerme? ¿Tiene apetencia por las las liebres o por los conejos?
Su imposibilidad como criatura tiene sentido para mí.
Ahora ella seguirá bordando de oro su silueta y estará intacta lejos de mi alcance.
Desde hoy soy un esclavo: sólo me dejaré ordenar por una hormiga a quien obedeceré.
Soy un viejo cazador en las praderas del llanto.
Una lágrima me permite enfocar la visión y ver con claridad ese detalle:
cada estrella del cielo es como una punta de alfiler.
Tengo mucho frío y mucho deseo.
Tengo miedo de todas las cabezas que degollé y que hice desaparecer.
Nadie me explicó que el amor profundo revelaría el arrepentimiento.
Que me haría desear tener cualquier boca menos la boca del lobo.
Siento mi cabeza flotando en suaves zarpazos, y doy mordiscos al aire.
A mi alrededor dan palmas una tribu de ratones.
Dentro de ningún amor estaré pronto.
No sobreviviré al principio, al medio y al final
del tiempo de los lobos.

La perla de la poesía, 2017.

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La primera en la punta de flecha

Soy el ánade real, la primera en la punta de flecha,
la que nunca se distrae, nunca descansa, nunca toma tierra.
En suspensión duermo en el cielo. Avanzando en flotación, cresteando el ribete nebuloso
sin perturbaciones ni alarmas,
ni deseos ni miserias inútiles
ni caídas ni remontadas
me concentro en un único horizonte: la bola del sol.
Si me han elegido, es porque recuerdo el mapa de los vientos y la ruta de los camarones.
Sólo necesito dos puntos para trazar una línea recta. Un punto está en el sol,
el otro en el centro de mi cabeza. Calculo la desviación angular y no me caigo.
Emigramos en forma de V.
En la posición de cabeza es donde más cuesta avanzar.
Un día me impulsé al cielo y todos me siguieron.
Dejé de buscar pequeños crustáceos en las marismas y me enfrenté al destino: el Puede que Allá.
Dentro de mi corazón siempre está amaneciendo.
Yo guardo la música del sol y le despierto. Con un movimiento de mis alas,
soplo las estrellas.
Mi sabiduría es una incógnita para el mundo.
Soy la que entiende la diferencia entre iluminación y luminosidad.
Una cosa es la luz y otra cosa es el sol, y su conexión no siempre es necesaria
porque hay pasiones que también foguean bajo del arco de las vértebras.
Y sé guiarme en ese límite, en esa raya de alba. Tengo un imán en el centro de la cabeza.
Mi alma siempre va un dedo por delante de mí y por mí espera.
Soy tan rápido como mi pensamiento, formulo la respuesta antes que la pregunta.
Tengo un borde de lágrimas en los ojos que no llega a formarse ni a desprenderse.
La corriente pasa a través de mi cuerpo y genera en los extremos de mi cola dos anillos concéntricos.
En la primera de las plumas de mi frente, el viento hace un remolino y su punta siempre está fría.
No me perderé. El sol arde sobre mí y en el centro de mi frente surge una brújula floral.
El filo de las cordilleras, el panal de los campos en celdas, el xilófono del viento en las cuevas.
Y las vías invisibles del cielo, creadas por el gong de un martillo en la gran campana de la creación
que todavía hoy reverbera, eso me guía.
Los que están agotados, caen al disco terrestre sin reconocimiento.
Héroe es el que toca el sol con la punta de las plumas remeras y no se funde con él.
Pero yo se controlar, no llegar a más. Mi resistencia al cansancio
hace contener la respiración a generaciones de ánades.
Siempre creo que en un reino lejano estaré más vivo y los marisquillos serán más abundantes.
Por eso apenas me alimento. Quiero atravesar el horizonte con una idea penetrante.
Nada me distrae de mi destino: elevarme, planear
en el viento. Sólo miro a la bola del sol, y a la bola persigo,
desde que amanece hasta que se pone. Sueño con la bola del sol,
canto a la bola del sol, adoro a la bola del sol.

Nada interrumpió nunca mi afán, hasta la latitud 45º N, longitud 6º W
donde un destello de nácar de perla entró en mi pupila y me turbó.

Desde el abismo me lanzo al agua. Me tiro de cabeza al mar.
Abro el pico. La flecha de un pez atraviesa mi garganta.

 

De La perla de la poesía, Ediciones el que no duerme, 2017.

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Temáticas

 

Sobre el pensamiento interior sin la carnalidad de la palabra.

Sobre la transparencia de la suerte sin el peso sólido de la bola con premio.

Sobre la levedad de la emoción sin la concreción orgánica del beso.

Sobre la pulsión magnética y la levitación sin el porrazo de los dos polos apuestos.

Sobre la inmaterialidad de la duda sin la realización de la fórmula.

Sobre la intangibilidad del concepto sin la fusión del objeto y de la vista.

Sobre la proyección de una idea sin la realización práctica del engranaje.

Soñar con el melocotonero en flor nada tiene que ver con comerse una uva pasa          pero hay que tragársela para poder existir.

Intento sublimarme, pero no puedo vivir exclusivamente de la esencia.

Eso sí, mi corazón es musical.

De «Poemas para mi hermano Álvaro», Ediciones El que no duerme, 2018.

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